La vida es la historia de cada ser humano. Las vivencias hacen de la vida una historia. Historia que es necesario publicar. Aqui las mías. Aveces interesantes otras aburridas. Pero en fin, vivencias de día a día. Lo que soy, lo que he vivido. Tienen un orden numérico para seguir la secuencia.

sábado, abril 01, 2006


004 En el pupitre aprendí lo que es una rasqueta.


En segundo grado se sentaba detrás de mi pupitre un canito de cuerpo atlético y masculino. Mientras la maestra daba la clase el me tocaba la espalda para que lo atendiera. No dejaba de molestarme. Me hablaba al oído de como le cogía las revistas frescas a su padre y lo que veía en ellas. Me confesaba estar bellaco y deseoso de hacerse una rasqueta.

-¿Una qué? Chico una rasqueta con la mano apretando y frotando sobre el bicho.

Yo como siempre no entendía. Lo único que yo hacia con mi bicho era frotarlo contra el colchón hasta sentir la cosquilla.

Pero llegamos a sexto grado. Juntos pertenecíamos a la misma tropa de exploradores. Llegaron los campamentos de veranos donde los muchacho se hacían la rasqueta. En las duchas, en los baños, casetas, cabañas, montes, playas, carros... en fin dondequiera.

Se ponían en círculos y se casqueteaban, esa era otra palabra, pensando en "chicas". Siempre comparaban el tamaño de cada uno de sus bichos. Medían la cantidad de leche que botaban. También cuan lejos les llegaba el chorro.

Todavía yo no me venía. Y hasta pensé llevar en un frasquito escondida, loción para la piel, para aparentar semen.
Pero descarte la idea ya que por fin me salio leche. Por cierto en un mal momento.

Me estaba casqueteando con tremenda bellaquera en el nuevo baño de mis padres. Justo cuando salio mi primer chorro de leche tocó a la puerta mi madre que venía a enseñarle el baño a la vecina.

-Puñeta (fue lo que me hice) me cogieron haciendo me la paja.

Limpié todo rápidamente y salí con el trofeo de mi sonrisa. Mas grande que una sonrisa PREMIA.

-Ahora puedo jalarmela frente a mis compañeros y participar de sus bellaqueras. Que vean mi pinga y cuanta leche bota.

En un campamento compartí con mi amigo, el del pupitre. Ya era un hombrecito y mantenía su cuerpo más atlético. Bajó del segundo piso de la cabaña. Con la pinga en la mano la cual llamó "mamera". Así el la presentó.

Y la verdad que lo era. Una hermosa pieza blanca, con prepucio (para mi A+), coloradita la cabeza y los pelos rubios sobre la base y en las bolas. Le hacía la rasqueta mientras la manoseaba ritmicamente. Yo me bellaqueé viéndola. Deseé brincar sobre esa rica mamera y agarrarla en mis manos y llevarla a mi boca. Pero la cabaña estaba repleta de aquellos que decían que eso era cosa de maricones.

Mi amigo se vino sentado en la escalera del palomar. En Guajataka. ¿Cuantos pasaron historias semejantes con sus tropas?

Todos nos las hicimos a la vez. Claro... pensando en chochas. ¡Si Pepe! Así le decían a mi amigo.

El insistía que me quedará a dormir en su casa. Mis padres jamás me lo permitieron.

Pepe es casado con hijos... Yo soltero con hijos. Todo un varoncito.